-Cerca de la madriguera salió un conejo, sus ojos eran grandes, oscuros y penetrantes, se rascaba con sus manitas la nariz, sus bigotes tintineaban al compás de sus guiños. -Leía en voz alta un joven alto y moreno mientras a su lado dormitaba una chica de cabello largo hecho un nido.
-Ese no me gusta. -Se quejó la chica.
-A ti no te gustan mis cuentos. -Respondió el chico y la miró con un dejo de rencor en los ojos.
La chica se sintió un poco intimidada, así que se incorporo quedándose sentada a su lado, volvió a mirarlo y sonrió.
-Si me gustan, pero ese en especial no. Al final muere, y me pone triste porque ese conejo se parece a ti. -Sus ojos mostraron tristeza, e hizo ese gesto que a él lo volvía loco de ternura, su boquita comenzaba a fruncirse hacía bajo, dejando ver el labio inferior como se reunía con la barbilla.
-No hagas pucheros. Y yo no soy ese conejo. El conejo eres tú. -Se levantó el chico y tomo la barbilla de ella, la besó.
Ella se separó de él lo más rápido que pudo, lo vio asustada, y repuso. -Entonces menos me va a gustar. -Ahora ella hacía berrinche.
-Oye... no nos vamos a enojar por eso ¿o sí? -Levantó su brazo para jalarla de nuevo a la cama.
-Es que no entiendo por qué debe morir. Vamos, piensa... tú eres el creador, podrías darle un mejor final. -Argumentó ella mientras elevaba poco a poco su voz.
-No lo creo. Me parece que no hay mejor final para lo que jamás se puede obtener. .-Contestó él mirando hacia bajo.
-¿De qué hablas...? ¿Del cuento o de mí...? -Susurró dándole la espalda.
El chico se levanto de la cama, prendió un cigarrillo, y sin mirarla, salió de la habitación.
-Aunque no lo creas, esta vez, estoy hablando de mí.
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