sábado, 15 de junio de 2013

Me gustas

Estábamos sentados frente algún lugar de la ciudad, ¿te acuerdas? Está bien, debo de ser más específica, era primavera, estaba apunto de llover, los árboles hacían música y tú, tú estabas serio.

-Me gustas. -Mencioné por debajo del gorro de mi chamarra la cual semi protegía mi intranquila cabeza.

-Ya lo sé. Me lo dices siempre y siempre me rechazas. -Dijiste mirándome como se mira a una libélula, entre asco y admiración.

-Es que no puedo salir contigo. -Mentía.

-La razón es porque aún no estoy preparada, bla, bla, bla, tengo problemas, bla, bla, bla, soy muy mala, bla, bla, bla, tú estás enamorado de ella, bla, bla, bla... -Supuestamente imitaste en reproches mis excusas.

-Pues sí, al parecer estás enamorado de ella. -Prendí un cigarro como si eso me ayudara a superar el que ella sea mejor que yo.

-Eleonor, te quiero sólo a ti. -Dijiste tomando mis frías y secas manos.

-No te creo. -Tiré de ti mis manos y gritando, me fui corriendo.

Después de eso no nos hemos vuelto a ver desde hace seis meses. Yo intentaba no buscarte sin embargo era inevitable, estaba tan acostumbrada a tu risa, a tus pasos imperceptibles por los oídos de los demás, a tus comentarios como vehemente absurda perspicacia, estaba tan acostumbrada a que me gustaras tú.

Así que todas las tardes iba a la azotea de mi casa y como si fuera un pirata buscando tierra en un extenso mar, yo te buscaba sobre todas esas aburridas oleadas de casas. Los primeros días la vigilia duraba sólo unos minutos pues salías a la misma hora, hasta que un día "ella" iba tomada de tu brazo.

¿Qué cómo me cayó la sorpresa? Dejé de ser vouyerista por dos semanas, hasta que otra vez descubrí que no podía dormir por tu infame ausencia, y justo cuando encendía mi tabaco, se besaban.

Esa noche lloré tanto, lloré hasta quedarme sin aliento, hasta que mis huesos empezaron a doler, hasta que mi vista se hacía cada vez menos intensa, lloré hasta dormir, y cuando desperté regresé a llorar.

Qué rápido olvidas. Qué cobarde fui. Qué fácil es.

No me gustabas, no sólo era un gustarme en particular, me gustaban todos los demás, como me gustan los perfumes, cómo me gustan las rosas. Pero tú, tú eras la joya y yo aquél Barba -color cualquier sea- el cual te iba atesorar en una isla secreta en la cual yo, y solamente yo, iba a besar tus lágrimas hechas perlas. ¿Acaso ese es un "me gustas" vulgar cómo el de ella? No, lo dudo. Yo te amaba.

¿Qué, qué es esto? Es mi renuncia, es mi total y fatal final. Y si quieres a ella le puedes platicar para que se le suba más el ego, y pierda los estribos en una euforia por ganarle a la chica más altiva de ojos azules, la única a veinte kilómetros a la redonda. Pero no es mi orgullo lo que me mata, lo que me hace sentir basura; lo que me hace sentir basura es el hecho de que en mi corazón, muy dentro, detrás de las cicatrices, tú y todas tus expresiones viven como la fantasía, la aventura y el recuerdo más insólito y bello de mi vida.

Ahora si no miento, ya no puedo salir contigo, y creo que jamás pude, porque mi amor iba o va más allá de los estribos, de un simple compás, del universo. Mi infinito amor llegó a su eternidad culminada en dolor. Jamás yo te iba a gustar como tu a mí me gustas.