domingo, 31 de marzo de 2013

Changements

Cuando despertaba el sol me pegaba en los pies. ¿Saben lo reconfortante qué es eso? Antes ni siquiera me detenía un momento para poder pensarlo. Tan sólo me la pasaba soñando y haciendo planes de vidas alternativas, todas, lejos de aquí.

Ahora me miro al espejo, que en algún tiempo fue de mi sabia y tierna bisabuela, veo mis profundas ojeras causadas por bastantes noches de insomnio. ¿Acaso no te cansas de fingir demencia? me pregunto. No. Aún quisiera regresar a esos momentos de bonanza, en dónde mi padre, traía tallarines con salmón a la casa. ¿Materialista? No. Me gustaba que hiciera eso porque de cierta manera nos sorprendía, comíamos juntos, reíamos. Salíamos en coche a conocer fulano pueblo, a veces comíamos un helado, a veces un elote, a veces  nada, pero siempre, siempre sonreiamos; pero siempre quise estar lejos de ahí.

¿Se dan cuenta de mi contrariedad? Esas ganas de regresar al pasado y a la vez no estar aquí. Jamás supe valorar lo bonito que era mi estilo de vida, ya que soñaba con alguna Isla Canaria siendo una gran artista. Y es que la línea delgada que divide el cielo del infierno dicta un veredicto bastante vertiginioso, no es fácil, y no siempre son agradables; hablo de cambios.

Odio los cambios, no hay nada más en este mundo (aparte de doblar la ropa) que odie más que los cambios. Recuerdo que antes me emocionaba el cambiar de ropa, pero cuando iba a comprarla normalmente la que salía ganando era mi madre, y al final, me seguían regañando por usar aquella sudadera horrible de color gris y letras verdes. Cuando empecé a desarrollarme como toda una mujer, odiaba el tener que ir a comprar corpiños, y adivinen, usé un sostén a la edad de diecisiete años, y aún no me acostumbro a ellos, el cambio que a cada rato hace mi amiga de casa, los odio porque a veces le pierdo la pista, los cambios de años, los cambios de shampoo o de crema para el cuerpo, mi piel es tan jodidamente delicada. El cambio de amor que sentí a los quince y luego a los dieciseis y no se diga cuando tenía dieciocho.

No obstante, no todo cambio es malo, hay cambios buenos, el cambio de mi cepillo de dientes, el cambio escolaridad (aunque en eso tengo mis reservas), el cambio que te dan después de pagar algo, el cambio de día, el cambio de estaciones, el cambio radical en uno.

Y ahí viene la conversión.

Uno puede convertirse en lo que más quiera, o en lo que necesite. En lo que una sociedad o una familia exija, pero, es cuando entro en duda ¿dónde quedaron aquellos sueños? Es como el adolescente que no la piensa y se convierte en un padre prematuro ¿pero, era su ideal? Me gustaría no entrar en onduras teológicas, mas esa es mi inquietud. ¿Acaso Dios tiene algo planeado para todos sin importar la propia elección?Tristemente es por esa razón, amigos míos que temo adentrarme más y más a una fe. Es por eso que huyo a oraciones, plegarias y rezos. Le temo al destino, y a esa delgada línea entre lo bueno, lo malo y lo que deseo...

Finalmente. Ahora el sol me pega en la cara.

lunes, 25 de marzo de 2013

Es-pejo

Si me lo preguntan abiertamente... no, no estoy bien.

Sin embargo, no es para que empiece algún tipo de cataclismo o algún desastre que esté fuera de alcance solucionar. Tan sólo intento demostrar cual será la respuesta más certera a tus preguntas puntiagudas. Sabes eres un montón de verbos copulativos. Te describo tal cual, y ni así te muestras como eres, transparente fría y un poco líquida. No hablo de lágrimas, no hablo ni siquiera de pipí, no hablo de nada, escribo, escribo sobre tu siniestra y retorcida mente.

¿Sabes qué es moralidad? ¿sabes qué es sacrificio? ¿sabes, carajo, qué es dignidad?

No sabes ni puta madre.

Y no, no estoy bien.

Vete, aléjate, vuelve.

Es distante y cálida tu presencia, ¿cómo es qué lo logras? pones en jaque a este pequeño público que somos el gato y yo.

Ojos claros en un centellante abismo avellana,
con una tez traída de la espuma del mar...
el retrato de mi alma, el retrato de tú liquidante ser.

Enfrentarse.

Mírate.

Irse en un distante y poco ilógico rumbo, no, no estoy durmiendo, no sueño, hace mucho que no sé de tu verdadero ser, saco de nuevo un cigarrillo, lo fumo, uno, dos, tres... lo apago, cuatro, cinco, seis, golpeo el espejo, sacando lo peor...

... resaltando de tí, lo mejor.

lunes, 18 de marzo de 2013

Esperanza en la voluntad

Cuando cierro los ojos, me gusta imaginar con realidades alternativas, en esas en donde todos mis caprichos se vuelven realidad, y es normal; no carezco de mucho, pero no lo tengo todo. Y es esa parte tan fea que tiene el humano, el sentido de vacío. Sin embargo olvidamos que no podemos imaginar el vacío ya que en él, no hay nada.

Y es que es extremadamente difícil despertarse todos los días, y empezar un nuevo día, cuando sabes que los tiempos no son buenos. Uno cree que es más sencillo olvidar o simplemente ignorar aquella molesta astilla que está chingando todos nuestros preciosos planes para llegar al sol, no obstante, las circunstancias no ameritan el amargo precio del desprecio, lo que uno necesita es voluntad. Al diablo con las esperanzas, las esperanzas son para aquellos incrédulos como los que creen en mil cosas antes de salir a la calle, los que miran al cielo y se quedan contemplando las estrellas, los que piensan que es mejor el helado cuando hace frío, los que caen ciegamente en mentiras de caras bonitas, la esperanza es para tontos, como yo. 

Pero como soy una tonta, aún creo en esas cosas teológicas de la esperanza. Sin esperanza no hay voluntad. Y sin voluntad no hay esperanza. ¿Entienden? Bien seré, más clara. Hay que tener la firme certeza de creer en el algo para hacerlo, y al hacerlo tenemos la certeza de creer en ese algo. Es como cuando tienes la esperanza de viajar a la luna, sin embargo, debes de tener voluntad de convertirte en un astronauta. Cuando tienes la voluntad de ser astronauta tus esperanzas se vuelven magicamente reales, viajas a esa abismante y blanquecina luna de la cual tanto hablan pero pocos conocen. 

Advierto, no hagan caso de lo que escribo. Normalmente son justificaciones para mis actos de absurdos momentos en los que vez de crecer me encojo como Alicia en el país de las maravillas, y sí también, de vez en cuando, me ahogo con mis lágrimas.