lunes, 18 de marzo de 2013

Esperanza en la voluntad

Cuando cierro los ojos, me gusta imaginar con realidades alternativas, en esas en donde todos mis caprichos se vuelven realidad, y es normal; no carezco de mucho, pero no lo tengo todo. Y es esa parte tan fea que tiene el humano, el sentido de vacío. Sin embargo olvidamos que no podemos imaginar el vacío ya que en él, no hay nada.

Y es que es extremadamente difícil despertarse todos los días, y empezar un nuevo día, cuando sabes que los tiempos no son buenos. Uno cree que es más sencillo olvidar o simplemente ignorar aquella molesta astilla que está chingando todos nuestros preciosos planes para llegar al sol, no obstante, las circunstancias no ameritan el amargo precio del desprecio, lo que uno necesita es voluntad. Al diablo con las esperanzas, las esperanzas son para aquellos incrédulos como los que creen en mil cosas antes de salir a la calle, los que miran al cielo y se quedan contemplando las estrellas, los que piensan que es mejor el helado cuando hace frío, los que caen ciegamente en mentiras de caras bonitas, la esperanza es para tontos, como yo. 

Pero como soy una tonta, aún creo en esas cosas teológicas de la esperanza. Sin esperanza no hay voluntad. Y sin voluntad no hay esperanza. ¿Entienden? Bien seré, más clara. Hay que tener la firme certeza de creer en el algo para hacerlo, y al hacerlo tenemos la certeza de creer en ese algo. Es como cuando tienes la esperanza de viajar a la luna, sin embargo, debes de tener voluntad de convertirte en un astronauta. Cuando tienes la voluntad de ser astronauta tus esperanzas se vuelven magicamente reales, viajas a esa abismante y blanquecina luna de la cual tanto hablan pero pocos conocen. 

Advierto, no hagan caso de lo que escribo. Normalmente son justificaciones para mis actos de absurdos momentos en los que vez de crecer me encojo como Alicia en el país de las maravillas, y sí también, de vez en cuando, me ahogo con mis lágrimas.

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