domingo, 20 de enero de 2013

Sol-edad

La soledad es algo que no se lo deseo a cualquiera. No es que tenga enemigos, sin embargo, si es necesario que tenga enemigos en algún momento de mi vida, supongo, que los tendré, y no me quedará otro remedio que desearles soledad. Oh, pero no es una soledad común, como la de no tener a alguien a quien querer o quien te quiera.

Me refiero a esa pinche soledad en la que todo el mundo te rodea, en la cuál estás junto a las personas que crees que son importantes para tí. Esa soledad en donde sabes que puedes contar tus más oscuros secretos pero a nadie, a nadie le importará...



miércoles, 16 de enero de 2013

Fiebre

Creo que en un momento tendré fiebre,
no es que sea una especialista en enfermedades,
es que simple y sencillamente la siento cerca
está enredandome como una madeja de estambre.

¿Sientes como poco a poco mi piel enrojece?
Es la maldita enfermedad que tu boca provoca.
Y en silencio me cantas una melodía que enjoyece
el momento en donde la fiebre me toca.

No es una fiebre normal, no es un malestar total,
es el cotidiano hecho de mariposas reboloteando
de ser como soy y estarme boicoteando,
temiendote decir algo, diciendotelo de manera parcial.

Tanto mi frente y mis mejillas cálidas están,
es algo que mágicamente habita en tu mirar,
es una alucinanción más de mi malestar cerebral,
no, olvidalo no lo es, es tan sólo la perturbante fiebre,
que tu sonrisa me incita a así estar.

lunes, 14 de enero de 2013

Romanticismo (?)


Quise hablarte únicamente a tí,
mas tus ojos no se posaban en mí.
El tiempo pasó y hasta apenas los pude ver,
dándome cuenta que, tampoco tu sonrisa cambió.

Quise hablarte celosamente a tí,
y flaqueando me oculté aquí,
en los bosquejos de tus largos cabellos,
en las sombras de aquellos que no quiero.

Quise hablarte (¡demonios!) y que me hablaras a mí,
por las veredas de una tormenta que no cesa
y que me niego a perder en un beso;
tan sólo, tan sólo te pierdo a tí...

viernes, 11 de enero de 2013

De cosas raras

Es de esas veces en donde tus padres te ponen en jaque, y no sabes como chihuahuas reaccionar. También es cuando descubres algo que sabías y que no querías corroborar, de esas cosas raras en las cuales las mañanas duelen más que la quemadura de un cigarro, según Flunk. Y no hay que olvidar el momento en el cual te hablé y al final me dijo tu celular que estaba ocupado...



viernes, 4 de enero de 2013

Ninguno, pero tú

Ahí estaba el pequeño Rubén jugando con su patineta, a decir verdad no era muy diestro como "la tía Juliana", sin embargo él con sus escasos seis años hacía el esfuerzo.

-¿Está bien así? -Preguntó, al intentar realizar un Ollie.

-No, ahí la llevas, pero recuerda que tus pies deben de caer a la altura de las ruedas. -Le dijo aquel hombre de no menos de treinta y cinco, de rostro palido y acabado, el cual estaba leyendo un libro. Alzó la vista y vio la tímida sonrisa de su sobrino. -Ven, vamos a comer.

El niño de seis años dejó su patineta junto a las macetas de la casa, tomó la mano del tío que lo esperaba y juntos subieron los escalones del pasillo de la casa. Era un día como cualquier otro, un poco soleado, un poco nublado, nada fuera de lo común, pero lo que hacía tan especial ese día era el hecho de que por fin irían a ver a su padre, sin embargo, Rubén no lo sabía, hacía tanto que no lo veía, que hasta se le había olvidado como era el rostro del que puso la materia prima, como es que decía su tío Julián.

-¿Qué vamos a comer? -Preguntó impaciente como siempre, el niño.

-Murciélagos y ojos de caballo, con ensalada de pasto bañado con pipí de la Bicha. -Contestó el tío poniendo su mano en la cabeza, tal cual fuera una mesita para apoyarse.

-¡No, ya en serio! -Vociferó el niño haciendo pucheritos.

Julián empezó a reirse mucho, lo miró tiernamente y empezó a hacerle cosquillas, mientras repetía "sí, sí comeremos murciélagos y pipí de la Bicha". El niño reía sin cesar, y no había nada más que lo hiciera feliz a Julián que escuchar esa estrenduosa risa de ese niño al que por tres años había cuidado como si fuera su hijo.

-Tía Juliana, tía Juliana. -Repetía el niño después de reincorporarse ante tanta risa.

-¿Qué niño lleno de mocos? -Contestó con dicultad, el adulto, haciéndose el enojado, para no reírse; "ese cabrón", pensó, y en sus adentros parecía carcajearse.

-¿Me vas a llevar después al parque? -Preguntó el niño dulcemente haciendo ojitos como si fuera un ángelito.

-No. -Se volteó el tío mirándolo de reojo.

-¡Ah! -Gimoteó Rubén.

Pero no era que realmente no lo quería llevar, en parte jugaba y en parte no, era hora de llevarlo con su padre, y era algo que sabía que no podía retrasar. Hace un mes había recibido una llamada en el trabajo, mientras ordenaba unos archivos realmente inservibles, era su hermano, Andrés. Al fin había llegado del extranjero después de la muerte de la mamá de Rubén.

-Está bien Andrés, será como tu dices, aunque en lo personal creo que sería mejor que le dijera que vienes, y así no causarle algún shock. -Dijo seriamente, mientras revisaba que nadie lo estuviera escuchando la conversación.

-Patrañas Julianita, es mi hijo, y obviamente no pasará nada. -Se escuchó una voz muy segura detrás del auricular de Julián, el asintió y después de eso colgó el teléfeno quedandose en seco y pensando que realmente no quería separarse de ese niño.

Julián alistó a Rubén, lo puso muy guapo, lo vistió con un pantalocinto de mezclilla azul y sus tennis más limpios, una camisa nueva de algún personaje que le gustaba tanto mirar en la televisión y lo peinó con sus pelitos parados. También le puso loción y los dos se miraron al espejo sonriendo con satisfacción. Lo cargó y como si fuera súperman lo llevó entre sus brazos hasta el auto, lo subió y le puso el cinturón de seguridad.

-¿A dónde vamos Tío? -Preguntó entusiasmado el niño. -Vamos al parque, anda di que sí.

-No, Rubén, esta vez no podemos porque se nos hace tarde para ir a comer. -Contestó pacientemente mientras se acomodaba en el asiento del conductor. Prendió el auto y salieron de la calle donde está o estába su hogar.

Finalmente llegaron al restaurante donde Andrés los esperaba, estaba él sentado en una mesa al fondo del lujoso lugar, tenía varias bolsas llenas de regalos para su hijo, un telescopio, un auto de colección, un balón de fútbol, ropa, un reloj, y demás cosas que creía Andrés importantes para un niño.

-No tía Juliana, no quiero entrar. -Dijo Ruben al ver a muchos adultos en el restaurante.

-Pero si no entras, no vas a comer. Aparte me dijeron que los murciélagos son buenos para hacer skate. -Sonrió tiernamente Julián.

-¿De veritas? -Preguntó el niño ilusionado.

-No, hahahaha, no comeremos murciélago Rubencín, aquí puedes comer lo que quieras. -Lo cargó y se acercaron a la recepcionista, y el le entregó un tarjetita, la señorita los dirigió hasta donde estaba Andrés.

-¡Rubén, qué grande estás! -Dijo emocionado su papá.

-¿Y tú quién eres? -Dijo confundido el niño. En ese momento Andrés se quedó perplejo y se sentó de golpe, mientras Julián acomodaba al niño en la silla, en eso llegó un mesero y empezó a dejar las cartas.

-Rubén, es tu papá. -Le susurró al oido en lo que Andrés comenzaba a reirse y a decir que era muy bueno el sentido de humor de su hijo. El niño sonrió alegremente, y más se había tardado Julián en acomodarlo que en lo que el se bajaba a abrazar a su papá.

-¿Papá tu me llevarás al parque verdad? -Dijo emocionado Rubén.

-Claro, en otra ocasión, ahora tengo que hablar seriamente con tu tío, ya que tan sólo me quedaré unuas cuantas semanas. -Habló acomodandose el saco el cual Rubén le había arrugado. -Sientate bien hijo. Me da gusto saber que estás grande y guapo como tu padre. -Julián al escuchar eso hizo un bufido casi insonoro.

-Papá ¿de verdad eres tú. por qué me dejaste con el tío Julián? -Preguntó el niño tratando de sentarse correctamente en la silla.

-Pues tengo trabajo fuera de esta ciudad, pero siempre pensé en tí, mira te traje muchos regalos. -Dijo Andrés. -Bien pidan de comer que tengo que regresar al hotel.

-¿Pero no que te ibas a quedar unas semanas, porqué no te vas a la casa? -Intervino Julián.

-No puedo, de hecho es cierto que me quedaré algunas semanas, pero tengo que viajar para preparar algunos asuntos de la empresa antes de que me vaya.

-¿Entonces no me llevarás al parque, Papá? -Los ojos del niño se empezaban a apagar.

-Tal vez hijo, no es seguro, mira, ya llegó tu hamburguesa, cómetela. -Dijo su padre mientras sacaba su celular para contestar un mensaje.

-Tio, ya no quiero comer. -Dijo Rubén por lo bajo. -Ya me quiero ir.

-No podemos, tienes que estar con tu papá. -Dijo animosamente Julián, sin embargo, el sabia que para sus adentros lo mejor era irse y dejar a ese egoísta.

-Mis ilustres jóvenes, lamento informarles que debo de retirarme me surgió algo importante en el trabajo, pero estoy seguro que nos veremos pronto, Rubén cuidate, adiós Julián. -Dijo Andrés mientras recogía sus pertenencias. -Pidan lo que quieran, yo dejaré pagado.

-Andrés, espera. -Se levantó Julián como resorte mientras tanto el pequeño niño los miraba confundidos. -Cabrón es tu hijo, y lo dejas así, de verdad que no tienes madre. -Bajó la voz y se lo dijo entre dientes mirandolo fijamente a los ojos. -Me lo esperaba de los demás, pero de tí, su mamá murió, y tu te largas por el mundo con el pretexto de la empresa, no chingues, el niño necesita de ti, de mi no, yo sólo soy un pobre diablo, el cual jamás será su padre.

-¿Y qué quieres que haga? -Contestó secamente Andrés. -Carajo no sé como ser padre, y al parecer a ti te fascina, soy tu hermano, y ni eso puedes hacer por mí.

-Idiota, sabes que por ninguna persona haría lo que hago por ti. -Y soltó un pequeño golpe en la mesa. Volteó a ver al niño asustado viendolos. Recapacito. -Tienes razón, no lo hago por tí, lo hago por él.

-Ya deja tus cursilerías, luego los voy a ver, o los llamaré, sólo quería caerle de sorpresa a mi hijo, pero como siempre Juliana tiene que alterar todo. -Le dijo mientras hacía ademanes bastante graciosos como si imitara a una mujer. -Nos vemos, chingao.

Salió un poco alterado Andrés del lugar donde estaban, se dirigió a pagar y poco a poco se fue perdiendo entre las calles de la ciudad.

-Tío, yo sé que no eres mi papá, y que ninguno podrá serlo, pero tú, tu eres más que eso. -Soltó unas lágrimitas pispiretas Rubén mientras se apoyaba en la mesa.

-¿Quieres ir aún al parque? -Preguntó Julián mientras lo cargaba para abrazarlo.

-Sí. -Respondió feliz y emocianadamente.


jueves, 3 de enero de 2013

Sweet sick love

Firts time

En un extraño día de enero Carmen había salido de clases en el preciso momento donde Alberto se sentaba en la jardinera más cercana a fumar un cigarrillo. Ella alzó la vista y se detuvo en la esquéletica figura de aquél chico de cabellera larga y desordenada, a decir verdad, ni se le veía la cara. A Carmen le pareció bastante gracioso qué hubiera alguien que no sólo pudiera fumar sino además respirar detrás de tremenda greñota la cual opacaba un rostro palido y sobre todo unos ojos fríamente grises.

Pasó a su lado, Carmen, prendió igualmente un cigarrillo. Ahora los dos eran dos nubes de humo, sin embargo, ni uno, y ni otro comenzaron alguna platica, tan sólo se miraron fijamente a los ojos. Sí Carmencita era muy bonita, un poco mal arreglada, pero muy, muy linda.

Alberto a quién no le importaba nada más que entender a una sociedad perdida, se fumaba la vida, mientras que Carmen tenía el infantil sueño de ser alguien importante, alguien a quien admirar.

-Si no los quieres yo me los fumo. -Dijo Alberto al recoger la cajetilla de cigarros mientras Carmen se sentaba a un costado de él.

-No. -Contestó ella tímidamente, mientras los tomaba sin mirarle a los ojos. -Gracias. -Dijo rápidamente sin apartar los ojos de su mano.

El tiempo transcurrió lenta e incodamente.

Second step

Estaban en la habitación de Alberto, un lugar cómodo, tranquilo, incluso limpio sin embargo Carmen no sabía que había en ese lugar que siempre que entraba la llenaba de una gran melancolía, era una mezcla entre tristeza, náuseas y encabronamiento. Ella estaba perdidamente enamorada de él, y él lo sabía, sin embargo, a  veces y sobre todo en los días lluviosos esa habitación se volvía una especie de refugio para la problemática chica con actitud de niña mimada.

Carmen se quitó su blusa toda empapada por la lluvia; se habían quedado de ver en algún parque, y como siempre discutieron acerca de quien amaba más y quien menos. En el instante donde Carmen rompió a llorar empezó a llover fuertemente, ella trató de escapar, de correr como siempre lo hacía, Alberto la tomó del brazo y la jaló hacía él, la besó tiernamente mientras secaba con sus dedos las lágrimas saladas de aquella chica. Tomó su chamarra y con ella se cubrieron mientras corrían por la avenida y así poder refugiarse.

Alberto le pasó la secadora de cabello de su madre, mientras hacía aspavientos al intentar ganarle a la tentación y no ver el cuerpo semi desnudo de la chica. Ella rápidamente secaba su pantalón y su blusa, no obstante, la tentación pudo más que la prudencia, no importaba en que momento podría llegar alguien y descubrirlos, él la tomó por detrás, le besó el cuello, ella rápidamente se volteó y lo miró fijamente a los ojos, brillaban.

Esa tarde lluviosa, él recorrió con sus labios su cuerpo lleno de iracundos secretos, sus labios rojos y pechos rosados. Su cabello de él era suave como la seda, ella trataba de no perder de vista sus pequeños ojos grises, el color rosa palido de su piel, le arrancaba besos, aquellos que no sólo tocaron sus labios sino que tambión tatuó su corazón.

-Te quiero a morir, no me importan los demás y lo sabes. -Dijo Carmencita al acurrucarse en él.

-Tonta, si te mueres, ya no te podré amar. -Le contestó acariciandole la espalda.

La lluvia habló un lenguaje que tan sólo ellos dos pudieron entender.

Third tree

-Ya no te aguanto más.  -Dijo ella llena de lágrimas mientras se sentaban en el árbol donde se habían hecho novios.

-¿Es por él verdad? -La miró desafiantemente.

-No, no, no, jamás entiendes, no me entiendes, no es por él, ni siquiera por mí, es por ti. -Buscó algo en su bolso y sacó un cigarrillo y lo prendió. Sus lágrimas no paraban.

-Ya deja de llorar, es todo un teatro tuyo. Mira yo sé que no he sido el mejor hombre contigo, pero tu sabes que he hecho muchas cosas por ti, ¿qué no te basta? hasta me pelee con mis papás por irte a ver, ya no tengo amigos porque de plano no hablas cuando estamos con ellos, y mis amigas ni me quieren ver porque dicen que tu sólo me ocupas de paño de lágrimas. -Dijo él muy alterado.

-Alberto, es que yo, yo, yo te quiero, y te quiero conmigo, pero no así, no de esta manera, por favor, déjame, ya no me busques más, ya no quiero salir contigo. -Aumentaba gradualmente las lágrimas.

-¿Entonces, quién carajo te entiende? Estoy seguro que es por él, no debiste haberme enamorado, eres mía, entiéndelo. -La abrazó fuertemente y ella rápidamente lo alejó de si.

-No, déjame, te odio, te odio por amarte tanto. -Corrió ella y esta vez el no la detuvo, tan sólo la dejó ir...

Los días pasaron nubladamente, no quería él saber algo de aquella pérfida ingrata, seguramente ya está en brazos de otro tipo estúpido como yo, se repetía en la cabeza. Pero lo que el no sabía es que ella se la pasaba llorando no quería salir, no quería comer, no quería ni que el tenue rayo de luz la tocara, todo, todo, le recordaba a él.

Entonces un día se volvieron a encontrar, él iba con otra chica, mientras ella buscaba cigarrillos en su bolso, al alzar la vista inmediatamente comenzó ella a llorar y el sin más preámbulo la ignoró y se fue abrazando a la desconocida.

El jamás iba a entender porque ella lo dejó, y no quería, no daba razón todo iba tan bien, incluso iban a salir de viaje. Y es que lo que él jamás entendió fue que su amor era tan grande, tan dulce que lo volvió enfermizo.

Ya no había flores, ni colores, ni estrellas, no había nada, tan sólo el asqueroso sentimiento a él. Y en ese preciso día donde el cielo esta alegremente azul, se apareció él.

El cielo se enfermó, se volvió gris, como el de sus hermosos y cristalinos ojos.