viernes, 4 de abril de 2014

¿De qué sirve?

Amanda se preguntaba a recientes fechas de qué sirve ser alguien bueno. Amanda rodaba por su cama pregúntandose eso cada noche calurosa de primavera. Lo hacía porque no encontraba manera alguna para dormir tranquila. En sueños la perseguían aquellas malditas caras, mil, para ser exactos, en las cuales se transfiguraban sus más oscuros temores.

¿De qué sirve ser alguien bueno? Se lo seguía preguntando, una y otra vez, como una especie de mantra, el cual le funcionaría para sentir estabilidad en ese caminito empedrado llamado vida. Vamos, dame alguna respuesta consciente, vamos Amanda. -Se repetía con cansancio.

¿De qué sirve, en serio, de qué sirve? Amanda no le encontraba ya algún fin. Siempre los buenos son los que más sufren, o son los que más decepciones se llevan, sin embargo, su nivel de optimismo es mayor al de una persona atrapada por la realidad... ella quería ser atrapada por la realidad. Y puede que ya lo estaba logrando, el primer paso fue pensar en la utilidad de la bondad.

Pero, Amanda estaba olvidando el méollo más importante de una historia. La historia misma, así que se levantó del suelo frío en el cual estaba mirando el techo mientras pensaba en esta temática.

La historia de Amanda comienza como cualquier otra, en algún lugar. Ese lugar, era su lugar, en dónde se sentía protegida y dónde nada ni nadie la alteraría. Pero como siempre, como todo, como en cualquier caso, y en cualquier situación, se equivocó. Llegaron ellos, la causa de todos sus embrollos emocionales. No eran sus padres, amigos o familiares... eran algo así cómo sus "acompañantes". Tal vez lo único en común con esos seres es el hecho de que son humanos. Eso y, no más.

-Mira, mira. Oh, Amanda, querida, que gusto verte. -Mintió acompañante uno cuando la vio. Hizo una mueca retorcida fingiendo ser una sonrisa.

-Hola. -Articuló con voz modulada tratando de sonar amigable. Se hizo a un lado dejando lugar para los demás. En realidad eran acompañantes y no compañeros o camaradas... pues sólo de vez en cuando le hacían compañía (una no muy confortable, por cierto) al ir en el mismo salón de clases.

Amanda prefería la soledad, prefería estar tranquila viendo como los árboles cambian gracilmente de estación... amaba esa armonia, amaba todo lo referente a lo sublime, a lo mágico, a lo exótico, a lo único...

-No, no te preocupes, creo que este lugar no está tan chido, es muy tranquilo, y ya sabes que amamos las fiestas o la música buena. Y aquí puro en inglés, no entiendo nada. Aich, qué fastidio. -Acompañante dos sacó las garras ante la falta de cultura o la falta de tolerancia o la falta de buen gusto o la falta de alguna neurona porque en realidad ese lugar era maravilloso...

Es el lugar que siempre soñaste, Amanda. Y lo encontraste. Con olor a humedad, lleno de muebles viejos, rock clásico en inglés, carteles de miles de cosas, estantes con libros viejos y gastados (porque seguramente se disfrutaron mucho), y un bello terrario lleno de plantas sin podar, sin figura, mostrandose tal cual como son; natural.

Y todo por intentar ser asquerosa buena gente, según tú. Preferiste irte con ellos.

Amanda se apuntó sin que la apuntaran.

¡Lo volviste a hacer!

¿Es qué acaso no eres conforme con tu soledad, es qué acaso no estaba feliz con tu tranquilidad?

Amanda, cabello corto hasta la mitad de la oreja, lacio, caderona, sin cintura, delgada, y con muy poco pecho. Ojos cafés de cansancio. Piel morena, tostada por el sol. Hermoso color. Rostro sincero, facciones nítidas y nariz pequeña. Labios soñados por otras chicas. Amanda, amada por los amantes. Amada por los amorosos, amada por los amateurs en el amor...

Amanda insegura, marchita e intranquila. Lo volvió hacer... se volvió compañera de sus acompañantes. Todo para sentir la calidez de la amistad, la calidez del cortejo, la calidez de la aceptación.

¿De que sirve, de qué sirvió? Si terminaron humillándote... te mintieron. Y te dejaron sola, con tu parsimonía hecha trizas.

¿De qué sirve? Carajo, dame alguna razón.

Lloró por toda su habitación, y volvió a contestarse la pregunta del millón, volvió a responder con la misma frase. Porque no le queda de otra, porque es tarde y debe dormir.

Porque ser bueno sirve, al menos, para algo.



1 comentario:

  1. Muchos son los que dicen estar conformes con su soledad, sin ser cierto.

    Ser bueno sirve si tus acciones son correctas y éticas, la virtud es su propia recompensa.

    ResponderEliminar