martes, 25 de enero de 2022

Mierda Canela Parte 1

 Mi día comienza a las seis y media de la mañana. A veces. Porque hay momentos en donde desde las cinco am se me va el sueño. Con mucho trabajo me levanto y me meto a bañar. Cae por mi cara el agua caliente, intento despertar y apurarme al son de alguna canción feliz. Desde que comencé a trabajar en este sitio he intentado no repetir lo que se conoce como outfit, todo porque mi abuela me dijo que jamás demuestre que soy desarreglada. Que pendejada. Que certero.

Estaba muy contenta porque al fin conseguía un empleo por mis propios méritos y uno en donde me pagan por escribir, que se supone que es lo que mejor sé hacer. Y pues no. Resulta que el mundo del marketing es una selva deshumanizada en donde el único KPI (entiéndase como objetivo) es vender, vender, vender. 

Intento salir de mi casa antes de las ocho de la mañana para llegar a tiempo. A veces lo logro, otras no. Después, subo a un taxi colectivo, un auto tipo sedan con unas siete personas dentro, obviamente voy súper apachurrada.

Lo único que me motivaba a seguir cierta ruta era ver el volcán y la pirámide en todo su esplendor, el olor que tiene las mañanas, el ruido de bicicletas, pajaritos canturreando, lo fresco de la mañana y ese frío que te mantiene atento.

De ahí en fuera... mi estancia en Mierda Canela, fue muy complicado.

Para empezar yo no tenía nociones de publicidad, solo lo más obvio, y aunque el camino sea por ahí, podría parecer que eso es suficiente, pero no. Hay que aprender a hablar como los "exitosos".

Una vez que dominé ese tema, pude seguir con la creación de contenido para una cantidad ridícula de clientes ridículos. 

Muchas veces me sentí explotada y utilizada como un peón donde los látigos son las palabras, muecas, gestos y groserías de mis capataces. 

Las jefas, o la jefa o la jefa y su achichincle, se hacían llamar urbanas, pero eran dos mocosas consentidas que nunca han conocido lo que es tener carencias de verdad, una egresada de la mejor universidad privada de Puebla y la otra una yonki perdida en la vida con un zángano por pareja. 



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