domingo, 2 de diciembre de 2012

Eri-kafé

Erika estaba sentada en la gran habitación llena de familiares que desconocía, escuchaba el típico "Dios te salve María". No estaba allí de gratis, como se dice, sino estaba ahí por ordenes de su madre. Ella intentaba memorizar cuántas veces se rezaba la misma oración. Sin embargo se perdia y se daba cuenta de que siempre llegaban a "en el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo, Amén.". Se persignaba automáticamente, realmente no le encontraba el sentido, así que decidió salir de aquel ambiente tan pesado.

Dentro de la penumbra nocturna había cierta calidez que en el sitio donde "levantaban la cruz" no existía, se podía ver un pedacito de la ciudad, como si supiera aquella escualida chica que tiene algo en común con los demás habitantes de este lugar.

-Erika, entra. -Susurró su madre con una mirada amenazadora. Erika miró hacia arriba como extrañando la paz imprecisa del cielo estrellado. Pasó a besar una cruz, a besar a la tía Tere, a la cual tal vez conoció, sin embargo ni de su cara se acordó.

Vio como todos sus familiares pasaban a besar algo inherte, algo que ni siquiera piensa, o siente, un hermoso pedazo de madera tallado y barnizado por algún humilde carpintero.

Los llantos de sus tías eran inundadores, y ensordecían los extravagantes pensamientos de la morena Erika, vio a su pequeña sobrina aquella la cual ni siquiera toma en consideración para alguna fiesta familiar, la miró con odio, con repudio, y su sobrina le devolvió la mirada con una sonrisa.

-¿Es posible que alguna vez la extrañe? -Se preguntó Erika. -No quiero terminar siendo como otra tía Tere, no, es feo, ni siquiera sé quienes son sus hijos, o hija de quien, y la única persona que conozco aquí fuera de mi madre, es ella, mi pinche sobrina, la cual me cae mal por haberme dicho alzada. -Siguió pensando, mientras tanto la "odiosa" sobrina la veía con curiosidad.

-Erika, quería decirte algo. -Dijo la pequeña en edad. -Ummm, sí, dime. -Respondió friamente.

-Pues, sé que me pasé diciendote alzada, sin embargo pienso qué... yo también tengo mis defectos, de hecho soy muy desordenada y quisiera ser un poco más como tú. -Titubeó.

-Ay linda, no te preocupes. Sí soy alzada, lo admito, pero hey... ¿tu te acuerdas de la tía Tere? -Dijo Erika sonriente.

-Honestamente no, papá me obligó a venir.

-Vamos por un café, regresaré luego por mi madre, hay que dejar a los mayores llorar por alguien a quien tal vez llamaron alzado.


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