martes, 10 de diciembre de 2013

Puntos de vista (seis de diez)

6.- No creo en la insistencia de las llamadas telefónicas. (Y telefónico es palabra esdrújula). La última vez que llamé tantas veces me di cuenta desde la primera vez que no iban a contestar, aún así albergaba la esperanza de que en una de esas, aquella persona estuviera durmiendo o tuviera el teléfono celular perdido en algún lugar de su casa. Pero por más mensajes que dejara éste no se inmutó en corresponder, o hacer participe su función conativa para que yo pudiera emplear mi función emotiva a través de una función poética.

¡No! No hubo ese tal circuito o ciclo de comunicación tan maravilloso, tan perfecto, tan sencillo. Tan sólo era yo siendo un emisor el cual no emitía nada.

Recuerdo la primera vez que nos íbamos a ver, te llamé cómo psicótica, y justo en la última llamada, en dónde me dije a mí misma, ésta es la última y no le voy a volver a llamar, contestaste. Me sentí tan feliz porque al fin te habías dignado a oprimir aquél sencillo botoncito con un teléfonito. Y fue en ese momento en dónde me hiciste creer en la insistencia de las llamadas telefónicas.

Sé que suena psicótico o hasta un cierto punto paranoico (para la persona la cual es llamada) el llamar con tanta insistencia y desesperación. Pero, a veces es necesario escuchar la voz de alguien para tranquilizar los nervios del que llama.

Sin embargo la persona que llama no siempre es llamada. Hay llamadas en las cuales sabes que te van a contestar como son los molestos tramites del banco, a atención a clientes, a la pizzería, al trabajo de papá, a la tía, a la abuela, a los padres, a amigos (y eso a veces); sin embargo la llamada que más amaba hacer era a ti. Odiaba rotundamente cuando no levantabas el auricular o cuando estaba ocupado, me impedía escuchar tu voz, me impedía decirte que te amaba.

Ahora veo el teléfono y el celular como mis más fieles enemigos, se reciben llamadas y se hacen llamadas, pero ninguna es tuya, ninguna es hacía ti. Y la llamada nocturna es la que más me carcomen los oídos... mi corazón late de forma nerviosa a pasos acelerados, contesto con un inseguro "bueno" esperando con los ojos humedecidos escuchar tu voz, pero ¡oh sorpresa! es mi abuelo preguntando por su esposa... (ojalá yo fuera mi abuela y tú mi abuelo, que envidia, sniff) y le pasó el teléfono a mi abuela ocultando mi rostro por aquellas traviesas lágrimas saliendo de mis enormes ojos.

Y de nuevo regreso a ese ciclo en donde veo el teléfono como mi más fiel enemigo. Me cansé de ser tan insistente con llamarte, por eso no te llamo, porque no soportaría escuchar otro "lo siento" o un "no puedo". Detestaría y detesto la idea de que sea yo la que siempre tenga que llamar, me gustaría ser llamada, ser necesitada, tal vez, como lo fui antes.

Aquella herramienta tan maravillosa se volvió parte de mis demonios. Es por eso que ya no creo en la insistencia de las llamadas, si la primeras tres veces no contestaron, que hace pensar que te contestarán a la llamada número veintiuno. Sí, puede que sean llamadas necesarias, llamadas en las cuales es prescindible que exista ese circuito del lenguaje, pero en nuestro caso, que más bien es mí caso, supongo que aquellas llamadas me las guardaré junto con el gran amor que sigo sintiendo por ti.


2 comentarios:

  1. A mi nadie me llama, mas que los jodones del banco, o los de la compañia de telefono ofreciendome "agrandar" mi servicio, por milésima vez.

    Y de lo que cuentas... lo mejor es llamar lo menos posible, y en una sola via de contacto quede dicho todo lo que se debe decir.

    Un saludo.

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    1. Muchas, muchas, muchisímas gracias por comentar. Tal vez si hubiera visto antes tu mensaje me habría ahorrado mi crédito. Avwww... querido lector no la estoy pasado bien, pero el hecho de que me lean me hace sumamente feliz. Gracias. Y felices fiestas.

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