jueves, 10 de agosto de 2017

Cafetear

Ayer asistí a cafetear al papá de un amigo de cuando iba en la prepa. Es curioso porque en realidad la noticia era triste y sí dejó como un trago de insatisfacción y asombro.

A veces, es extraño como las situaciones se acomodan, ya que a pesar de existir, confianza, cercanía y complicidad, no nos vemos tan seguido, pero nos reunimos la mayoría de los que bobeabamos cuando aún teníamos clases y la vida era un poquito más simple, en ese momento.

De los velorios a los que he asistido éste ha sido uno de los más tranquilos y no tan deprimentes. Al parecer el señor Mario, era muy querido, y estoy segura de esta afirmación.

Antes de entrar a la habitación en dónde se exhibía el cuerpo, nos quedamos recordándolo, y no parábamos de reír ante las anécdotas. Incluso hubo un momento en dónde nos olvidamos que hacíamos ahí. Porque así es la juventud, porque regresamos a cuando teníamos 17.

Pero también se asomaron aquellos sentimientos de impotencia el no saber como reaccionar o hacer o consolar. El pequeño rencor con la vida y las deserciones. El señor Mario, no era alguien que no valiera la pena conocer. Sino todo lo contrario, alegre, vivaracho, irreverente. Yo creo que por eso, mi amigo es la persona más divertida del universo. Era la primera vez que lo veía triste, era la primera vez que lo veía llorar.

Pero tampoco lo vi hundido.

La belleza de los funerales, radica en cuando escuchas las historias sobre el difunto, en cuando te encuentras a personas que hace mucho no veías, es cuando te das cuenta que seguimos de alguna manera honrando a los ancestros.

Ah si, y no olviden el pan y café.


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