martes, 7 de julio de 2015

Milpita

Hubo una vez en que mi padre me dijo, mientras nos dirigíamos hacia una de esas salidas de noche en busca de olvido, "a cada quién le llueve en su milpita". Y esa frase, al igual que otras, se ha quedado impregnada muy en el fondo de mi mente. 

Aunque no lo crean tengo frases que me gusta repetir y pensar de manera minuciosa pues temo que un día ya no las pueda recordar. Tal vez es que por eso me gusta pasar mucho tiempo con mi abuela pues ella recuerda muy bien las que le decía su madre y su suegra, las cuales estaban llenas de sabiduría y por qué no, también picardía. 

Yo no siento que llueva en mi milpita; graniza. Me golpean como si fueran meteoritos todas aquellas cosas que están pasando en mi vida. Y lo único que puedo hacer es soportar a que aquella tormentita termine o buscar desesperadamente lonas y sombrillas para cubrir la cosecha del año. 

Y es que lo que en verdad quiero hacer es olvidar. Ignorar que pasó. Simplemente, seguir con mi vida antes de saber que estaría él, (con ellos). Pero, temo que esa sea una manera más del arrepentimiento. Y si me lo preguntan no estoy arrepentida de nada. 

Lamento no haberlo aprovechado.

Casi todo el tiempo estaba molesta con él, con las circunstancias, con mi propia milpa y no tenía idea de que ese chipi chipi se convertiría en un ciclón. 

Pero el hecho de que sienta que no lo haya aprovechado no significa que no lo valore, siempre quería que el tiempo con él se detuviera. Quería ser eterna para él. Quería una vida con él. 
Ahora tengo todo lo contrario.

Esto es difícil, es agotador siempre quejarse de lo habitual, es enfermiza la manera en que hago las cosas, es decir, ni siquiera puedo mirar sus fotos por error, cuando en mi corazón su rostro está grabado como si hubiese sido cincelado en mármol. Evito recordar momentos que tuvimos en esta gran ciudad, y ahora hasta tengo miedo de ir a otra porque presiento que su aroma sigua latente. El colmo está en que cuando duermo, sueño con él.

En mis sueños ahí estás. Y ahí están.

Intento no hacer caso. Son sólo pesadillas. Porque ni siquiera sueño algo lindo, son puras despedidas y promesas de olvido.

Te quiero olvidar. 

Necesito olvidarte. 

Deseo olvidarlos.

No tengo idea de cuantas veces tenga que pasar por esto, ya no quiero. No es sano. 

¿Qué clase de persona tengo que ser para siempre ser sustituida por alguien más?
¿Acaso soy un monstruo que intenta devorar todo el amor que me presumen tener?
¿Y por qué no es infinito, por qué siempre tiene una fecha de caducidad? 
¿Por qué, maldita sea, alguno de ustedes no se quedó conmigo?

Y miren ya los estoy olvidando. No sé de quién hablo. Ya los olvidé.

(Pero ellos saben que es una mentira, una gran y deliciosa mentira)

Mientras, aún debo salvar lo que queda de mi milpa. 

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