jueves, 22 de agosto de 2013

Puntos de vista (dos de diez)

2.- Día de pijama. Creo con gran firmeza en los días que son desoladores y tristes, sí, aquellos que sabes que empiezan mal y terminan peor. Tal vez es por eso que en ese tipo de situaciones prefiero refugiarme en la comodidad de mi pijama.

Muchas personas se refugian dentro de sus sábanas y en la fuerza blandidura de una cama. Sin embargo, eso no funciona para mí, mis huesos poco a poco se van contracturando y siento como mi cuerpo deja de responderme correctamente, aunque eso también sucede con el día de pijama. No sólo es el cuerpo, el que deja de funcionar, sino también mi mente y mis sentimientos.

Para proseguir con este ceremonioso día, es esencial el licuado de papaya. No a muchas personas les gusta, pero para mí es como un elixir para poder resistir la lenta agonía de sentirse hundida en un mar de probabilidades confusas, a veces envidio tanto a mi pez Aquaman.

Empiezo a poner el itinerante de lo que veré el resto del día, a veces sólo televisión abierta para distraerme con las idioteces que las personas tienen que hacer para ser famosos pero lo más importante para tragar. Otras de mis opciones son películas, novelas asiáticas o anime.

Bajo mi cobija (con la cual quisiera ser enterrada), y busco la manera de sentirme más cómoda en mis tres mugrientos sillones. Alcanzada esta etapa, la pijama tan sólo es un pretexto para que crean mi mortalidad ante una efímera enfermedad transfigurada con reproches de atenciones no ejercidas durante varios años que se pueden resumir en un... "dejame en paz".

El día de pijama no es bueno, ni malo. Sólo creo en ellos porque son necesarios, a veces es mejor que explotar y decir una sarta de barbaridades que no creías haber podido decir, tal vez es la manera más pura de la cobardía... pero para cobardes estás tú. Así que tan sólo tomaré mi tiempo para pensar en todo lo demás que es real y tangible, no en recuerdo, no en reliquias perdidas, no en ti. Sino en mí, para mí y por mí.


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