viernes, 16 de agosto de 2013

Señales

Era una tarde cualquiera de finales de enero cuando ella decidió que sería bonito llevar a sus nuevos amigos de la escuela a conocer su hogar. Ella disfrutaba mucho la compañía de su nuevo compañero, aunque en esencia sólo extrañaba a una persona, a él.

Él era lo que en una totalidad se podría describir como tranquilidad. Era hasta cierto punto un chico atractivo de temple seria. Ella lo amaba. Y él amaba que ella lo hiciera.

Sus nuevos amigos subieron a la habitación de ella. Curioseaban entre sus pertenencias, y justo cuando ella pensó en que sería agradable que él estuviera ahí, su nuevo compañero favorito, tiró una botella con unas flores que él le había dado a ella.

El sonido fue tan estruendosamente seco, el agua salpicó la cara de ella como si fuesen lágrimas, las flores instantáneamente se doblaron y en una lentitud efímeramente mordaz empezaron a marchitarse.

No supo el por qué, pero el hecho de que esas flores cayeran le produjo un intenso dolor en el pecho, no se enojó, sólo se entristeció, incluso cuando el fulano compañero le regaló otro objeto lleno de una cursi carga semántica no se sintió mejor.

 Sin embargo, esto no había sido algo casual... por así decirlo, ella jamás se pudo sentir bien otra vez después de aquél hecho. Era como si le presagiara algo...

y así sucedió.

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