jueves, 14 de diciembre de 2017

Cartas al querido señor lector (7 de 14)

Tengo que admitir que fui un texto que le gustó ser transgredido. Creí que esta era también una forma de amar, de sentir que realmente me deseaban. Pero no es así, y jamás debió haber sido así.

Permití que hilvanaras con tu tinta el rostro que me formé para tu comodidad, a bien sabiendas de que yo soy palabras, y más palabras. Intenté, de verdad lo hice, complacerte a ti, querido lector, de cualquier manera posible.

Creo que jamás lo logré, creo que te gustaba lo que aparento ser, pues sí, de echo soy un artilugio interesante ¿qué clase de texto se enamora de su lector? ¿qué clase de ser hace esta gran intromisión? ¿por qué? Pero nada más fue eso. Lo demás no te gustó.

Demandé mucho tiempo, mucha atención, mucho de ti, pues sentía que tú eras todo lo que yo necesitaba para pertenecer a algún sitio, para ser parte de algo, de alguien, de ti.

Ahora eres muy feliz, estás con alguien que seguramente es todo lo que siempre anhelaste, seguro no te hizo llorar en el primer te amo, seguro jamás lo hará.

Tú representabas aquel océano de diamantes en el que siempre quise nadar, sin embargo, sabes que es imposible para mí. No soy un objeto que se pueda mojar, y es por eso que cada vez que llorabas una parte de mí se deshacía. No lo quisiste ver, ¿para qué? Para ti soy el guión melodramático.

Pero ya pasó. Yo también di golpes bajos, te escribí de antiguos lectores, de antiguos seres que alguna vez pasaron por estas líneas. Me parece, que jamás perdonaste eso.

Este va para ti, porque a pesar de que quise volver a confiar en ti, ya no pude, sólo te mostraba aquellas partes, las cuales solo podrían darte "una vida tranquila".

Robaste el
orgullo de alguien que
besa a las letras,
estás ahí, estuviste ahí,
rondaste por aquellas páginas
todo lo que tuve, te lo di, hasta mi maldita
originalidad.

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