jueves, 21 de diciembre de 2017

Cartas al querido señor lector (9 de 14)


Quisiera poder empezar esta carta de la manera más dulce, más tranquila, más tierna, pues así me enamoré de ti, así sentí que podría hacer bailar mis letras al compás de tu risa. 

¿Te he dicho que lo más bonito de ti es tu risa? Bueno, si no lo hice fue por ser un texto tan aletargado y despistado, un escrito que se dejó llevar por la primera vez que te vio. 

Nuestras primeras lecturas fueron extrañas y tergiversadas, malos entendidos, falta de información, y en su mayoría muchos sin sentidos. De la nada usted se evaporó como el agua en el desierto. 

Y llegaste, bajaste de un sitio de donde jamás creí llegar entre mis párvulas líneas. Me leíste, viste lo irrepetible que podría llegar a ser. Y sí, ese fue mi error, dejarme leer por completo, sin secciones prohibidas, y no solo mostrarme a ti, dejé que me leyeran otras personas importantes en tu existencia. 

No sólo me enamoré de ti, no sólo quise negarme ante ese hecho, también quise quedarme en tus ojos, ser parte de la historia de tu vida. Amalgamar los cuentos que hay en mis páginas con la tristeza que has recorrido, quise cuidarte, protegerte, ser eso que siempre quisiste. Y de verdad intenté, lo hice. Juro que estaba dispuesta a renunciarme como un diáfano escrito y ser una vez más algo de alguien.

Me asusté. 

De las letras que tanto he preservado salió chorreando la tinta, y me di cuenta de que no podía mentir. 

Dejaría de ser un texto, escrito, discurso, algo sincero. Y no puedo darme ya ese lujo, ya no quiero volver a rebuscarme entre una biblioteca llena de libros viejos y polvosos. 

Leíste la verdad, bueno, parte de ella, porque lo demás es un fragmento de otro lugar y otro momento que jamás te perteneció. 

Querido señor lector, lamento tanto haberme ido, haberme escogido, y a la vez no. Quisiste recuperarme, quisiste y te desesperaste, lanzaste significados negativos a mi vaga lexicología. De nuevo las hojas estaban regadas. 

Y sé que nuestra historia ya acabó. Me lo dice tu silencio, tu nula lectura. Y mis reproches son sólo el reflejo de algo que insiste en perdurar. No me lo tome a mal, lector, yo le quiero y le quiero bien, pero jamás podré aceptar el hecho de que usted no ame lo que ahora soy. 

El dolor de que lea otros libros es imparable, no está en mi control su vida, ni sus decisiones. Yo sólo quiero verle mejor, sonriente. Como cuando me enamoré de usted.

Cada vez que mis líneas viajan a un lugar libre
huyen mis palabras
imaginando nuevos paraísos.

Bailará la luna y el corazón de ellos 
orbitará en un mundano
olvido. 


-El ocho tiene un significado que nadie entendería, es por eso que aún no puedo escribirla, esa carta aún no se ha abierto y teme ser descubierta-

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