martes, 12 de diciembre de 2017

Cartas al querido señor lector (6 de 14)

Tenía algo muy importante que contarle, sin embargo de vez en cuando me pesa existir.

Que tenga una gran vida.

QUE LE VAYA MUY BIEN.

Que sea feliz.

Que tenga muchos lectorcitos y lectorcitas.

Que todo aquello extraño, raro, feo y lleno de dramatismo se vaya.

Ahora tienes la gran vida que siempre quisiste,
eres algo, eres alguien, eres todo.

Y sí, me equivoqué, todo por querer condenarte a una vida en donde la nada sea la huella de tu existencia.

Querido señor lector, usted tiene tantas caras, tiene tantas rotulas que no sé por dónde empezar,
es cierto que ya no le extraño,
que ya no pienso en usted,
pero aún así, cada vez que su rostro se asoma por estas letritas,
las hojas brincan, haciéndose un huequito casi imperceptible para la vista humana.
(Para su maldita y fastidiosa vista).

Lo he visto todo,
he visto como se viste, como camina, cómo es su nuevo estilo y hacía dónde va.

¿Ya no está tan perdido, verdad?

¿Ya llegó la paz?

De usted no he querido saber nada, no he querido asomarme mucho a ver en lo que se ha convertido, de vez en cuando me convierto en una lectora, hoy lo fui, hace unos momentos y vi los vestigios de un amor pretencioso, está bien, es el ego lastimado el que habla, el que escribe y el que se dirige a un desconocido usted.

¿Le sirvieron los euros?

Ya no quiero ser parte de este guión, ya no quiero que usted irrite y que se vuelva en inspiración para un estúpido ser prosopopeya.

Lo he visto, lo he perseguido, y quisiera leerlo, quisiera registrar cada maldito milisegundo de su maldita miliexistencia, para borrarlo, para matarlo, para que sea cierto el jamás.

¿Aún hay incendios de nieve?

Querido señor lector, muérase.
Por favor, hágalo.
Salga de estas grafías,
salga de esta distopia,
salga ya.
Vayase.

No quiero volverlo a ver o rondar en este modo epistolar.

-Sin embargo, es el principio del fin-

Olvidaré
mis demonios
antes de que usted me los
recuerde.

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